martes, 15 de abril de 2008

De paso

En el papel de registro del hostal La estancia de don Jaime en Rosario, Luís escribió junto al ítem que pregunta ¿por qué viene a la ciudad? “Estoy de paso”. Hace más de un mes que duerme en la cama de la esquina inferior izquierda de la habitación que tiene pececitos pintados en las paredes.

Facundo tiene los ojos pardos, la tez blanca y la barba y el pelo negros y espesos. Después de dormir una semana en el pequeño hostal de don Jaime, que queda en la calle San Luís con Presidente Roca, ha decido empacar maletas y regresar a capital; después de todo, una semana es el mayor periodo de tiempo que ha pasado en un mismo lugar desde que salió de casa hace tres meses.

Luís llega a las ocho al hostal y encuentra que ocho ruidosos estudiantes extranjeros han invadido su habitación. Toma su equipaje, que consiste en tres pantalones grises y seis camisetas de colores, y lo lleva a la primera cama que encuentra disponible.

Habla poco, pero agradece una compañía silenciosa a la hora de la cena. “Estoy acostumbrado a estar solo, a poner solo un plato al desayuno, al almuerzo y a la comida, ya casi ni reparo en ello, de todas formas no tengo tiempo”.

Sirve una ensalada de remolacha y zanahoria que complementa con la milanesa de soja y un vaso con agua. Luís come sin sal porque sufre de hipertensión a pesar de que no sobrepasa los 35 años.

En su última noche en la estancia Facundo pasa por el bar para despedirse. Después de escuchar a Laureano, quien atiende la barra a la noche, discutir la política argentina por más de media hora y quejarse interminablemente de los porteños, Facundo se disculpa y sube al segundo piso.

Se sienta en la silla de cuero que está dispuesta para usar el único computador que hay en el lugar y al cual tiene acceso una hora al día. Sobre su cama hay una mochila enorme llena de recuerdos de sus viajes por Latinoamérica. “Estuve en Uruguay, Paraguay, Bolivia, Perú y Ecuador. Iba a pasar a Colombia desde allí, pero no me alcanzaron los mangos”.

Envía dos mails para avisar que está en Rosario y luego mata el tiempo viendo imágenes en el buscador. En la mesa a espaldas de la computadora el grupo de los ocho extranjeros se ríe con un juego. Facundo se ríe tímido al principio y poco a poco se acerca. “Hoy tenemos, mañana... bueno, cada día es distinto, puedo amanecer con la mejor compañía o irme a la cama tan solo como hoy… nada es para siempre, ¿verdad?”

A las cuatro de la mañana Laureano atraviesa el bar y empieza a levantar las sillas. Se toma un respiro de vez en cuando para dejar la escoba y el trapo a un lado y tomar un sorbo de ron que le han ofrecido los colombianos que ocupan la última mesa al costado de la puerta. “Ya han pasado dos años desde que trabajo aquí. Veo a la gente ir y venir, y me gustaría hacer lo mismo. Pero no hay nada tan eterno como lo provisional… sino, aquí tenés para la muestra un botón” – dice retomando su labor de limpieza.

A las ocho de la mañana del día siguiente Laureano abre la puerta que da a la calle y se despide con la mano de Sara, la venezolana pelirroja que atiende los domingos. Luís desapareció muy temprano; nadie lo vio salir. Facundo dejó a un lado de la cama una bolsa con tiquetes y folletos de su viaje, y saliendo le dijo a una muchacha que desayunaba que era preciosa, y que se volverían a ver.

“¿Ya se van, chicos?” – pregunta Sara cuando ve salir en procesión a los estudiantes – “Vuelvan, ¿eh? Y que la próxima vez no sea solo de paso”.

jueves, 10 de abril de 2008

Pantallazo urbano

La silla que en cabina acompaña a los conductores de bus es ‘el puesto de la Barbie’. Ocuparlo es cuestión femenina y hacerlo describe una nueva forma de dar un pantallazo urbano.

Si al subir a un bus en Bogotá usted escucha que el conductor la llama con un colorido piropo invitándola a su lado considérese afortunada, ha sido seleccionada para ocupar el palco preferencial dentro del vehículo: ‘el puesto de la Barbie’.

No hay que ser bonita. Ni siquiera hay que ser medianamente atractiva. Cualquier mujer es digna de recibir desde la más sencilla hasta la más elaborada de las invitaciones para ocupar la ilustre posición. Invitaciones que en su mayoría van dirigidas a la ‘reina’ o a su correspondiente diminutivo. Es apenas evidente; toda reina debe ocupar su puesto a la diestra del rey.

Ser la chica de la portada urbana más subestimada en la ciudad trae sus ventajas. Tal como la famosa muñeca en su empaque, quien ocupa este lugar se encuentra en una perfecta vitrina que le abre una inusual ventana hacia la ciudad.

Desde la perspectiva de la Barbie la mecánica del tráfico se simplifica en dos pasos: el bus siempre tiene la vía y el señor conductor siempre tiene la razón. Otros asuntos no son tan fáciles de simplificar. En los andenes se cuentan a puñados los vendedores ambulantes que con toda clase de ademanes intentan convencer al conductor de que les permita trabajar. ¿Quién simplifica eso?

Ocupar el puesto de la Barbie equivale a comprar asientos de primera fila para presenciar lo insólito de las proezas multifuncionales del señor conductor, elemento que por cierto debería ser considerado como patrimonio cultural bogotano.

Un pulpo con sus largos tentáculos envidiaría el talento aparentemente innato del conductor para efectuar ocho distintas tareas con sólo dos brazos y sin soltar el timón. Abrir la puerta, recibir y dar dinero, frenar, hacer cualquiera de los 14 cambios, comprar un cigarrillo por la ventana, tomar las onces o medias nueves, cambiar la emisora, y tararear el vallenato que suena; todo sin soltar el timón. Además, entre faena y faena, y el conductor encuentra tiempo para atender a su ‘reina’.

Retomemos el vallenato que el conductor tararea. ¿Qué sería de un pantallazo urbano sin la correcta ambientación? Sentarse en ‘el puesto de la Barbie’ permite acceso de primera mano al material musical.

Si ella se gana la confianza del conductor y éste le permite escoger lo que desea escuchar, una gran responsabilidad recae sobre esta pasajera. No es lo mismo estar en bus que transita al ritmo de Wilfredo Vargas a estar en uno que lo hace al compás de un clásico de los Stones. Hay que ser cuidadosa con lo que se escoge.

Tampoco es lo mismo, que sea un hombre quien asuma el lugar de la Barbie. Ocupar este palco preferencial es cuestión femenina, o por lo menos lo es en cuanto así lo prefieren los conductores. Para hacerlo más claro, cualquier hombre puede sentarse en este lugar, pero es seguro que no recibirá tan coloridas invitaciones para hacerlo.

No obstante, la famosa muñeca tenía su muñeco compañero, Ken, y cada vez aumenta más el número de mujeres conductoras de bus. Para los hombres entonces, este pantallazo urbano es posible, sólo es cuestión de esperar a la oportunidad perfecta para ocupar lo que sería un puesto para Ken.

lunes, 24 de marzo de 2008

Mompox: lo que trajo el Magdalena



En el departamento de Bolívar, en la tierra ardiente que rodea el Magdalena surge inesperada una ciudad joya de la arquitectura y de la historia colombiana. Santa Cruz de Mompox teje su historia en hilos delgados de oro y plata con el sabor agridulce de los tradicionales postres de limón y naranja amarga. Hay que ver al otro lado del río, donde los gatos guardan las tumbas blancas y las comadres se dan cita en las esquinas, donde todo se mueve en dos ruedas y lo que no trae el río nunca llega.




































jueves, 13 de marzo de 2008

Periodismo y literatura, ¿son excluyentes?

La frontera entre estos géneros siempre ha sido confusa. La literatura cuenta una historia, pero ¿acaso no cuenta el periodismo la historia que se escribe todos los días? Si la cuestión es de representar fielmente la realidad, ya bien lo comprobó Capote con A sangre fría; un escalofriante y verídico relato periodístico que poco o nada tiene que envidiarle a la ficción.


Dictando el profesor la clase de crónica mencionó a sus estudiantes que Ernest Hemingway escribía de pie. Cuesta imaginarse al novelista, de quien todo el mundo guarda una imagen perennemente vieja, de pie frente a un atril trazando la prosa de “El viejo y el mar”, pero dicen que esa era su costumbre. – “Debió ser algo que aprendió como periodista… con esa prisa que llevan” – añadió el profesor.

Hemingway, quien fue corresponsal de guerra en Madrid, ejerció el periodismo por más de cuarenta años. Si bien es reconocido como novelista, no hay que desdeñar el valor de sus trabajos periodísticos que lograban impactar no por la realidad terrible que describían sino por cómo lo hacían. La combinación de elementos literarios y la rigurosidad del relato periodístico hacían del trabajo de Hemingway algo único.

Truman Capote, fundador del non-fiction novel, conocía también esta formula única. Cuatro años de minuciosa investigación dan como resultado en 1966 “A sangre fría”, la novela que estremecería al mundo y plantearía nuevos parámetros para el periodismo. ¿Por qué acaso la literatura es demasiado para considerar el periodismo a su altura? Cada uno de ellos debería acoger lo mejor del otro.

A la lista se suman más y más nombres como Gay Talese y el recién fallecido Ryszard Kapuscinski, que con su prosa nos enseñan que literatura y periodismo no son excluyentes. Y ahí la crónica y el reportaje con un tinte literario enriquecen el deber de la verdad del periodismo y lo increíble que la realidad se vuelve cuando se toma el suficiente tiempo para describirlo.

Ante la intervención del ya mencionado profesor un alumno levantó la mano y preguntó si Hemingway había ganado económicamente más como novelista que como periodista. Sorprendido el profesor confesó no saberlo y otro alumno se apresuró a responder: -“Probablemente ganó más como novelista, pero no económicamente. Y el periodismo, ¿por qué? Bueno, hay que comer, ¿no?”.

jueves, 6 de marzo de 2008

Personajes sobre la marcha...

La respuesta masiva de los colombianos ante la marcha del 4 de febrero terminó por convocar una segunda marcha para este jueves 6 de marzo. Se ha hablado mucho de los motivos, los organizadores y el impacto que esta pueda tener. Hoy se marcha por el recuerdo de las víctimas, muchas veces invisibles, por darle voz a aquellos que ya se han ido pero que reclaman justicia. Estos son algunos de los rostros de la marcha de hoy.





Gloria prefiere mantenerse alejada de la marcha. Limpia resignada la carrera cuarta porque sabe cómo va a quedar después de que pasen los manifestantes: tan sucia como antes.

Tito Broyer, camarógrafo de CityTv ha estado en cientos de marchas en sus 15 años de trabajo. "La de hoy tiene un tinte te violencia, pero esperemos que no pase nada".



"Esta marcha es la única salida, y si Dios está con nosotros no tenemos nada que temer, solo a través de Cristo podemos lograrlo" - dice Oscar Pérez, quien hoy se moviliza con la Misión Carcelaria Vida y Libertad.


Para que todo el mundo pueda marchar Alejandro se apura a reparar una tubería al interior de esta alcantarilla.






Gerardo Garnica Garzón vino desde Cucunubá porque quiere cambiar el país. "Quiero dejarle a mis hijos, nietos y bisnietos un paíz en paz y con buen futuro".




A correr. La cámara de CityTv estaba cerca haciendo una transmisión y John Freddy Gómez no se lo podía perder.




El hombre de la banderita, que siempre anda buscando la cámara, encuentra en la marcha la oportunidad perfecta. "Se me hace que hoy va a venir menos gente, pero aquí voy a estar yo".




Carmenza fue desplazada hace dos años de su tierra en el Tolima. Hoy, trabajando con la Alcaldía, marcha por las víctimas y el fin del conflicto.



Henry Montenegro trabaja hoy en la logística de la marcha, pero le interesa. "Sino estuviera trabajando no vendría, no me conmueve, la verdad"

Las víctimas aún están presentes. En el piso de la Plaza de Bolívar hay cientos de siluetas como esta de Alberto Antonio Garavito, asesinado.




























jueves, 28 de febrero de 2008

Crónica e Internet

¿Cómo afectan los nuevos formatos la escritura de los géneros menores del periodismo? Escribir para Internet implica adaptarse a nuevas formas de producción; el tiempo apremia y los géneros que como la crónica se acercan a la literatura requieren una atención prolongada. Hay que preguntarse si la crónica tiene o no un espacio en Internet.

No hay tiempo para nada. Un usuario entra y sale de cualquier página de Internet en menos de un minuto. Si no encuentra algo que realmente llame su atención, abandona la página y es poco probable que vuelta a consultarla. Las noticias están a la orden del día. Para informarse los usuarios buscan las imágenes y titulares que no consuman mucho tiempo y que les proporcionen datos concretos.

Ahora, el periodismo no es sólo noticia. Si bien todos los géneros periodísticos parten de una coyuntura, lo importante no es qué se cuenta sino cómo se cuenta, y la crónica y el reportaje demandan de los lectores mayor atención y tiempo. Entonces, dentro de este torbellino informativo que gira a alta velocidad, ¿cómo se puede atrapar la atención de los lectores cuando se tratan estos géneros menores?

José Navia, redactor del diario nacional El Tiempo y reconocido cronista, fue recientemente galardonado con el premio Rey de España en periodismo digital. Este es un profesional que ha sabido abordar todos los formatos con éxito siempre desde la crónica. Además de texto, Navia hace crónicas en video, foto galerías y slideshows, todo producido para web.

Este periodista afirma que le gusta escribir crónica porque quiere contar la historia de quienes son su mayor inspiración: la gente. Frente a la pregunta de cómo debe enfrentarse la crónica a los formatos en la web Navia es contundente - “los géneros menores no mueren, evolucionan”- dice. Y añade que se debe ser inteligente y combinar todas las posibilidades multimedia que ofrece la web para enriquecer el relato.

Para Navia todos los géneros tienen cabida en Internet. Así entonces la crónica debe reinventarse en cuanto a formato y llamar la atención de los usuarios. Hay que combinar escritura de calidad con elementos multimedia. El factor de extensión no entra para este periodista en consideración, ya que según afirma, un lector que quiera leer crónica está predispuesto a la atención y el tiempo que ésta requiere.

En el blog que Navia tiene en El Tiempo.com es una muestra de esto. Si bien hay crónicas cortas enriquecidas con imágenes, también hay relatos de cuatro pantallazos que incluyen un video y el espacio para la opinión de los usuarios.

La crónica tiene un espacio en Internet, eso es definitivo, y ante su transformación hay que estar preparados para potenciar lo intenso del relato con las posibilidades que ofrece la web.

jueves, 21 de febrero de 2008

Historias mínimas: crónicas de una ciudad


En la esquina de la carrera 15 con 76 Nicolás le hace la parada a una buseta. Como es usual un viernes a las cinco de la tarde en Bogotá el vehículo no podría estar más lleno. Mala suerte la de Nicolás que lleva prisa; trabaja como mesero en un bar en Suba y tiene que llegar antes de las seis. De mala gana se saca del bolsillo los $1.200 pesos que cuesta el pasaje y por una ventanilla se los pasa al conductor.


Mala suerte la de Rodrigo, el conductor, que ve que la aguja del combustible anuncia que el tanque está vacío. Mientras recibe el dinero piensa en los títulos de la Universidad Javeriana de arquitecto e ingeniero civil que cuelgan de una pared de su casa; después de 10 años de graduarse sólo han servido para adornar la sala. Aprovechando el semáforo en rojo compra un cigarrillo por la ventanilla y deja caer, sin darse cuenta, $5000 pesos a la calle.


Buena suerte la de Marta, que tras entregar el cigarrillo al conductor descubre el billete en el piso y lo recoge. Ahora tiene $5000 pesos más, justo lo que le hacía falta para ir esta noche a visitar a Nicolás, que justo en ese momento debe estar camino al trabajo.




Todo el mundo tiene una historia que contar.





En los buses, en las calles y en los cafés ocurren los eventos más sorprendentes frente a los ojos desprevenidos de la ciudad. Historias mínimas de la gente que habita Bogotá, la misma gente que hace la historia, esa que se escribe todos los días.

Estas son crónicas urbanas, de los personajes más sencillos y fascinantes que habitan cada rincón de la ciudad, historias que en el afán de la rutina pasamos por alto. Apuesto que usted también tiene algo que contar…